Ya era hora de que me pusiese las pilas con una nueva salida fotográfica… Más bien con redactar la entrada para el Blog.
Y es que con esta aventura tengo sentimientos encontrados.
Tenía ganas de ir al Torcal desde hace bastante tiempo. Me habían contado auténticas maravillas y la verdad es que no se quedaban cortas.
La flora y fauna fue espectacular. Pasé todo el día observando y caminando casi sin descanso para poder ver los lugares de más interés.
Pero, comencemos por el principio.
El viaje hasta el Torcal
Lo puedo describir en una sola palabra… Difícil.
Nos levantamos a las 5 de la mañana para salir de casa a las 5:30. Queríamos viajar muy temprano para llegar al Torcal antes de que su parking se llenara y tuviéramos que coger el minibús que te sube hasta el centro de visitantes. Os lo resumo, fue imposible.
El coche en el que viajábamos decidió que era un gran día para darnos problemas. Así que tuvimos que parar en un puñado de ocasiones para llegar hasta nuestro destino.
Pero a diferencia de como suelo ser, intenté ser positivo. Una de las primeras paradas fue en el mirador de Ojén.
Era tan temprano que decidí fotografiar el amanecer desde el propio mirador.

Para no haceros el viaje muy tedioso os lo resumiré en que nos paramos un buen puñado de veces. Aprendí que haciendo esto, podía observar el paisaje mucho más detenidamente.





Ver todos esos campos con esa luz del amanecer es simplemente mágico.
Pero con tanta parada llegamos bastante tarde al Torcal. El aparcamiento superior ya estaba lleno y nos tocó aparcar en el inferior y coger el minibús para subir.

El viaje dura aproximadamente 10 minutos, pero si os soy sincero se me hizo una auténtica eternidad. Básicamente el problema residía en que era la primera vez que volvía a subirme con bastantes personas en un sitio cerrado.
Lo cierto es que el tiempo que estás dentro del minibús es tan corto que no es «excesivamente peligroso» pero aún así iba bastante inquieto.
Caminando por El Torcal
Una vez estuvimos en el centro de visitantes nos pusimos manos a la obra y comenzamos a caminar hasta el Tornillo.
Allí pude hacer un par de fotos, el primer fósil de Amonita y el propio Tornillo.


Desde allí comenzamos nuestra caminata que duró casi todo el día.
Buscando Las siete Mesas, nos perdimos un poco por el paraje pero nos sirvió para seguir haciendo fotos.







A medida que vas andando te das cuenta de que mires a donde mires siempre hay algo que te llama la atención y tienes que fotografiar.
Continuábamos nuestra caminata por el paraje y el calor aumentaba por minutos. Ponerme protección solar del número 30 cada 15 o 20 minutos sirvió, pero no para mucho.
Aún así a cada paso que dábamos agregábamos un buen puñado de imágenes a la memoria de la cámara.





El día se nos estaba marchando y todavía nos quedaba fotografiar otro lugar emblemático, El Sombrerete:

Una vez más tenía la tarjeta llena de fotos pero me di cuenta de que estaba volviendo a caer en la misma trampa de siempre, estaba haciendo fotos presenciales.
No estaban mal, para mostraros dónde había estado y qué había visto pero la realidad es que quería traer a casa más detalles del Torcal.
Y como no, me puse manos a la obra:





Después de haber estado 6 horas caminando y haber parado 15 minutos para almorzar algo rápido las fuerzas empezaban a escasear.
Decidimos volver al centro de visitantes pero antes teníamos que visitar la que probablemente sea la Amonita más grande del parque:

Ahora sí podíamos marcharnos a casa…
De vuelta a casa
Si habéis llegado hasta aquí habéis hecho que me alegre un montón. Puesto que esta parte del viaje fue la culpable de que tenga sentimientos encontrados.
Básicamente el GPS decidió meternos por carriles de tierra e incluso hacernos cruzar un pequeño rio. Sí, como lo estáis leyendo.
El coche, que nos había dado problemas a la ida, se portó como todo un campeón en la vuelta.
El GPS, el maldito GPS nos la jugó y bien jugada, puesto que con el movimiento que hizo, nos ahorró unos míseros 2 km. ¡Por dos malditos kilómetros nos vimos en medio de la nada!.
Una aventura que no me gustaría repetir para nada.
Por eso cada vez que veo las fotos de El Torcal me acuerdo de esos momentos angustiosos de verme en medio de la nada y sin nadie a quien poder recurrir.
Por otro lado, hacen que me acuerde del Samyang 14mm y de lo bien que lo pasé andando por el paraje natural del Torcal.