Si algo he aprendido los últimos años con la Canon 7D Mark II es que no hay que tener miedo a estrujar la cámara en la medida que sea posible.
Romper esos «límites» que uno mismo se impone por culpa del equipo del que dispone a veces no te deja ser más creativo.
No pasar de ciertos ISO porque se va a notar el grano… No hacer muchas fotos a contraluz porque el rango dinámico a ver muy justo… Tener una velocidad de disparo lo suficientemente alta para que no salga la imagen movida…

Todo eso está bien, pero en ocasiones uno tiene que olvidarse de toda esa «parafernalia» para concentrarse en el que creo que es el aspecto más importante, el creativo.
Evidentemente si dispones de un buen equipo, te puedes centrar algo más en el aspecto creativo porque la mecánica ya la pone dicho equipo.
Os digo por experiencia que ir a hacer una sesión de fotos y el equipo te diga que no quiere funcionar como debería… mosquea y mucho.

Es frustrante ver como la luz es perfecta la persona que vas a fotografiar lo está haciendo bien pero la cámara, el objetivo o cualquier elemento que sea no te deja realizar lo que has querido ir a hacer.
Con los años, he aprendido a lidiar con este problema y sacar provecho en casi todas las ocasiones.
Todas las fotos que he puesto en esta entrada están tomadas a contraluz y con el objetivo más económico de Canon, el 50mm f1.8.
Conocer tu equipo a fondo y saber los fallos que tiene o donde flaquea es vital para hacerlo bien cuando estás en el terreno de juego. Es una gran ventaja.
Y por último para esta entrada un retrato realizado a 10000 ISO:

El resumen de toda esta entrada es que hay que tener paciencia y tomar muchas fotos para conocer hasta dónde llega tu equipo y qué es lo que puedes hacer con él.
Por cierto:
I’ve been eaten by the Dark Side.